"Me gusta andar por las calles algo perro, algo máquina, casi nada hombre."
Martín Adán

sábado, 10 de octubre de 2009

Lucifer: futbol y política

it's not about control, it's about you and me and understanding
teenage politics it's too confusing
politics shmolitics it's too confusing
is it time again to disagree
about anything and everything and what's on tv
it's a vicious circle, never ending
a linear equation worldy extending
“Teenage Politics”, MXPX

Cuando iba en tercero de secundaria escuchaba a bandas como MXPX e intentaba, siempre fracasando, darle al skate. A uno de los lugares en donde raspé mis rodillas le decíamos Lucifer porque eran las oficinas de Luz y Fuerza, tenía algunos escalones y desniveles cortos que nunca pude bajar. En esos tiempos también comenzaba mi pasión por Bukowski y al mismo tiempo mi desinterés total por la política. El Buk odiaba la política y era mi ídolo; yo no me iba a poner parches con estrellas rojas en ningún lado, si acaso con una “A” con circulito, por aquello de los Sex Pistols. No quería saber nada de nada que tuviera que ver con asuntos políticos, todo eso olía a contenedor añejo.
Otras de las cosas que comenzaban a no interesarme por esos tiempos era el fútbol. La verdad es que nunca fui un apasionado de los deportes por televisión pero medio seguía los partidos por inercia, aunque me aburrieran. Después ya no, en la escuela jugaba para patear a la pandilla contraria de la generación (los que escuchaban a Maná), y en la tele no lo volvería a ver hasta descubrir que tales eventos solían aderezarse con chela.
Con el tiempo he ido cambiando en estos dos aspectos. Siempre dejo claro que el fútbol me aburre por televisión pero acepto cuando se trata de una reunión con cerveza; también lo he llegado a jugar ya sin soltar tanta patada y me he pasado por el estadio siempre interesándome más por lo que pasa en la tribunas a veces sin ojear la cancha masque para el espectáculo de medio tiempo. En cuanto a la política le he tomado un poco más de interés. He reinterpretado la apatía para convertirla en una posición política: Desprecio a la política por lo que el medio significa pero me gusta enterarme un poco para tomar una postura propia y sacudirme aquello de la inercia.
Hoy, bueno ayer, vi el partido de la selección de pe a pa. Me lo eché todito y, aunque sí había chela, decidí que estando ahí era mejor disfrutar el todo. Hace unos minutos me entero de que la matriz de Lucifer fue tomada por la policía federal para entregarse a la CFE. Esto es claramente parte del proyecto neoliberal para privatizar la industria energética y después quién sabe qué más o quién sabe qué no. El gobierno aprovechó que el domingo estaba a punto de llegar y que el tri acababa de asegurar su entrada al mundial para apuñalar por la espalda. Ni en televisa ni en tv azteca vi nada de esto, en el canal de tv de Milenio decían que las instalaciones se tomaron de manera pacífica mientras nos mostraban filas y filas de policías disfrazados para la guerra antimotines. Este ejército de gandhis tomó unas instalaciones casi vacías y no tuvo más problema que algunos jaloneos. Entonces, apuñalar por la espalda con premeditación y ventaja es un acto pacífico.
Del otro lado tenemos a uno de los sindicatos más poderosos y roñosos del país. Además, si se desata la guerra, probablemente reciba apoyo de los de PEMEX, SEP, UNAM y sabrá Calderón quienes más. Mafias burocráticas dispuestas a luchar. Intereses personales vs intereses personales. Corruptos vs corruptos. ¿La gente? Entre la espalda y el perder. Entre empleados del gobierno que se reparten el dinero y empresas privadas que también. It’s too confusing, it’s a vicious circle, never ending
La apatía es una posición política de descontento. El descontento es la única posibilidad que nos dejan. ¿Postura propia? No, de nuevo alguien ya la planteó mejor, así que como escribió Nicanor: “No soy de izquierda ni de derecha, yo rompo con todo”.


*hay un video mejor en youtube pero no me dejó ponerlo

domingo, 4 de octubre de 2009

El cruza-asfalto en la ciudad crucificada


Si te dan a escoger cómo morir ¿que pedirías?
Morir en la cama de viejo. Todo menos ahogado. Todo menos quemado. Que se pare el reloj (corazón) así nada más y yo ni en cuenta. No quiero llegar a viejo. De alguna forma interesante. No importa cómo, sólo quiero que me dejen despedirme. Feliz. Satisfecho. Quemarse a lo bonzo. Harakiri. Hombre bomba. Kamikaze. Etc. Etc. Etc.
Es inevitable pensar sobre la muerte. Las bibliotecas, las iglesias, la historia, las tradiciones, están llenas de especulaciones sobre ella. Ahora que el mundo va en picada tal vez la sintamos más presente o tal vez sea mejor darle menos importancia, hacernos güeyes, seguir derecho sin quitarse o desquitarse. Pero siempre aparece por ahí, en los periódicos, en los chistes y en las conversaciones de café.
Para mí hay un detonador de estos pensamientos que casi siempre me hace detenerme a mirar y sonreír un poco: esa extraña tradición que sin investigar he asumido como mexicana de poner cruces en las calles cuando alguien muere. Tal vez sea por ese pequeño disparo que me gustan tanto, tal vez me gusta acordarme del final.
Recuerdo un viaje a Xilitla con una carretera llena de curvas y, como si fuera un “por lo tanto”, llena también de cruces y altares. Recuerdo también un viaje a Hidalgo, y en la carretera puestos de artesanos especializados en altares de concreto. Cuando voy a la escuela siempre saludo a una cruz metálica, de esas negras que tienen en el centro una placa formada como pergamino con la dedicatoria o el epitafio del muertito y, de vez en cuando, alguna flor ahumada sosteniéndose de ella. Por donde trabajo, a cuadra y media camino al OXXO, hay otra parecida. Las que más me gustan son las que aparecen en avenidas grandes, nada como una a mitad de Periférico, y el muro de contención con los raspones como testigos del accidente que la llevó hasta ahí. Tengo recuerdos suficientes sobre cruces específicas como para aburrir a cualquiera.
¿Me quiero morir en la calle, atropellado, o en un accidente de auto? No sé, probablemente no me importe. Lo que sí sé, y muchos de los que me conocen saben que sé, es que cuando muera quiero alguna cruz en la banqueta, bien clavada en el asfalto, con mi nombre y mi epitafio elegido que algún día revelaré. Una o varias, cerca o lejos de donde haya respirado mi último cachito de smog. Tal vez sea por ese pequeño disparo que me recuerda a la muerte lo que hace que siempre regrese la mirada cuando veo una de esas cruces. No es que quiera trascender de alguna forma con eso, tarde o temprano esas cruces son quitadas por una unidad especial del gobierno, de otra forma la frontera envidiaría nuestras banquetas DeFectuosas, sólo que al final me quiero fundir un poquito en este caos de ciudad que me fascina aunque esté harto y me quiera ir de aquí.
De ahí un poco el nombre de este nuevo intento por llevar un blog. Porque me encanta cruzar el asfalto, caminarlo con paciencia cada que hay tiempo, y detenerme a ver como lo han crucificado.
*foto tomada por mí algún día en algún lado