"Me gusta andar por las calles algo perro, algo máquina, casi nada hombre."
Martín Adán

domingo, 4 de octubre de 2009

El cruza-asfalto en la ciudad crucificada


Si te dan a escoger cómo morir ¿que pedirías?
Morir en la cama de viejo. Todo menos ahogado. Todo menos quemado. Que se pare el reloj (corazón) así nada más y yo ni en cuenta. No quiero llegar a viejo. De alguna forma interesante. No importa cómo, sólo quiero que me dejen despedirme. Feliz. Satisfecho. Quemarse a lo bonzo. Harakiri. Hombre bomba. Kamikaze. Etc. Etc. Etc.
Es inevitable pensar sobre la muerte. Las bibliotecas, las iglesias, la historia, las tradiciones, están llenas de especulaciones sobre ella. Ahora que el mundo va en picada tal vez la sintamos más presente o tal vez sea mejor darle menos importancia, hacernos güeyes, seguir derecho sin quitarse o desquitarse. Pero siempre aparece por ahí, en los periódicos, en los chistes y en las conversaciones de café.
Para mí hay un detonador de estos pensamientos que casi siempre me hace detenerme a mirar y sonreír un poco: esa extraña tradición que sin investigar he asumido como mexicana de poner cruces en las calles cuando alguien muere. Tal vez sea por ese pequeño disparo que me gustan tanto, tal vez me gusta acordarme del final.
Recuerdo un viaje a Xilitla con una carretera llena de curvas y, como si fuera un “por lo tanto”, llena también de cruces y altares. Recuerdo también un viaje a Hidalgo, y en la carretera puestos de artesanos especializados en altares de concreto. Cuando voy a la escuela siempre saludo a una cruz metálica, de esas negras que tienen en el centro una placa formada como pergamino con la dedicatoria o el epitafio del muertito y, de vez en cuando, alguna flor ahumada sosteniéndose de ella. Por donde trabajo, a cuadra y media camino al OXXO, hay otra parecida. Las que más me gustan son las que aparecen en avenidas grandes, nada como una a mitad de Periférico, y el muro de contención con los raspones como testigos del accidente que la llevó hasta ahí. Tengo recuerdos suficientes sobre cruces específicas como para aburrir a cualquiera.
¿Me quiero morir en la calle, atropellado, o en un accidente de auto? No sé, probablemente no me importe. Lo que sí sé, y muchos de los que me conocen saben que sé, es que cuando muera quiero alguna cruz en la banqueta, bien clavada en el asfalto, con mi nombre y mi epitafio elegido que algún día revelaré. Una o varias, cerca o lejos de donde haya respirado mi último cachito de smog. Tal vez sea por ese pequeño disparo que me recuerda a la muerte lo que hace que siempre regrese la mirada cuando veo una de esas cruces. No es que quiera trascender de alguna forma con eso, tarde o temprano esas cruces son quitadas por una unidad especial del gobierno, de otra forma la frontera envidiaría nuestras banquetas DeFectuosas, sólo que al final me quiero fundir un poquito en este caos de ciudad que me fascina aunque esté harto y me quiera ir de aquí.
De ahí un poco el nombre de este nuevo intento por llevar un blog. Porque me encanta cruzar el asfalto, caminarlo con paciencia cada que hay tiempo, y detenerme a ver como lo han crucificado.
*foto tomada por mí algún día en algún lado

2 comentarios:

  1. Muy vergas primer post. Chécate este epitafio:

    "Aquí yace un granadero de Hampshire
    Quien pasó a la otra vida
    Porque bebía bastante cerveza
    Un viejo soldado nunca es olvidado
    Haya muerto por mosquete
    O por el tarro."

    "La historia de Bill", Alcohólicos Anónimos (El libro azul).

    Un abrazo, carnal.

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  2. Yo pondré tu cruz en esa esquina de Coyoacán, dirá la frase mas cool que se haya dicho a un perro que te muerde en la calle:

    "No te preocupes, no es tu culpa"

    Eso es totalmente Alo jajaja

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