"Me gusta andar por las calles algo perro, algo máquina, casi nada hombre."
Martín Adán

miércoles, 26 de enero de 2011

5 grandes lugares de mi vida limeña


1.- Parque John Lennon
Lo conocí de a lejitos casi en cuanto llegué a la ciudad y a partir de ahí decidí que me encantaba con esa mezcla de burla y gusto que se siente hacia ciertas canciones pop. Cuando lo visité por primera vez John Lennon pasó a ser solo un elemento más de un lugar con jardín, skate-park y la vista del mar gris limeño a la orilla de la ciudad. Pararse al borde del barranco y oler la sal y congelarse con la neblina que cuando se acerca parecen bolas del humo de algún incendio lejano y luego bajar las escaleras que zigzaguean como quien fuera dando tumbos por el acantilado y cruzar el peatonal y pararse sobre la tierra y las piedras o sentarse en una banca al malecón a leer se volvió la actividad más reconfortante cuando me empezaba a cansar de la ciudad o a extrañar la mexicanidad. Gracias señor alcalde beatlemaniaco pero sobre todo maniaco por su ocurrencia de esto como una buena idea… lo es.


2.- Luz Verde
Si pienso en la universidad con ganas de extrañar pienso más en la biblioteca a solas, en las cervezas en el Edén y en los tacos de canasta que en las clases, por eso sé que cuando recuerde mi chamba en la librería La Familia muchas veces va a llegar primero a mi mente la imagen de Luz Verde. En Miraflores, el barrio más bien turístico y residencial en el que está la librería en la que todavía trabajo, la vida nocturna es bastante cara. No sé quién fue el del hallazgo que nos permitió no tener que ir muy lejos cuando tuviéramos ganas de pasar un buen rato cheleando pero salud por eso.
Luz Verde no es tanto así como un bar, es una chingana en la que de día sirven menú de 6 o 7 soles y de noche se dedica sobre todo a las frías y al piqueo. Si pasas por ahí y no te fijas mucho no vas a ver más que a algunos señores o no tan señores tomándose unos tragos en unas mesas cualquiera de un lugar sencillo. Si eres osado y trepas la escalera vas a llegar a un cuarto grande con mesas acomodadas sin ningún orden rodeadas de jóvenes de tipo universitario bebiendo y alternando entre la cumbia y el rocanrol. La cerveza está a buen precio, el ambiente es siempre lúdico y la libertad es total para el consumo de cualquier otra cosita que se le pueda antojar al cliente. Roque y Sonia (los que sirven las chelas) son expertos en hacerse de la vista gorda y en recolectar identificaciones a cambio de las últimas rondas de cada noche. 

3.- La Familia
Llegué por casualidad cuando, en mi búsqueda de chamba, me dediqué a recorrer la ciudad a pata buscando centros culturales, librerías o cualquier lugar donde pudiera encontrar algo aceptable. Mi papá me dijo que tenía que entregar 100 curriculums para que me saliera trabajo así que me puse manos a la obra, saqué fotocopias y compré folders. Cuando llegué a La Familia me dijeron que sí estaban buscando gente y me anotaron un e-milio al que tenía que mandar mis datos. Guardé las 74 fotocopias que me quedaban en sus folders y a la semana me recibieron de vendedor a tiempo completo. Va un poco en contra de mis principios disfrutar de la chamba que se hace un poco por necesidad pero es difícil evitar pasarla bien si estas rodeado de buenos libros y gente con buenas vibras. No voy a negar que me costó levantarme la mayoría de las mañanas y que muchas de las noches no veía la hora de volver a mi cama pero tampoco puedo negar que gracias a la chamba conocí a la gente y los libros que van a protagonizar mis recuerdos de la ciudad aparte de los familiares. La librería además forma parte de la cadena más antigua de Perú, tiene una historia que vale la pena escribir y, en particular la tienda en la que yo chambeaba, hace que se le caigan las babas a más de un turista que decide entrar simplemente para tomarle fotos al lugar. Entre los supermercados de libros tipo Gandhi y la modernidad del e-book es bonito que exista una librería tradicional, es como ir a la tiendita en el DF de los OXXOs y los Walmarts.

4.-El norteñito (Surquillón)

No es un lugar muy bonito y su comida no es muy rica ni muy limpia ni muy sana. No te atienden muy bien y muchas veces no hay lo que quieres o te hacen esperar o te cambian el pedido. No es un lugar relajante ni folklórico ni tradicional. Pero cuando quieres ahorrar y se te complica llevar comida casera a la chamba un lugar en el que por 5 soles te llenan la panza a full a veces hasta la mañana del día siguiente es el mismísimo paraíso. Le decimos surquillón porque para llegar tienes que cruzar la Vía Expresa, frontera de Miraflores, y acercarte al mercado de Surquillo donde la vida es más cómoda (que es como se dice acá, de manera educada, cuando es más barato). Hará un par de semanas que nos enteramos de su verdadero nombre pero le seguimos diciendo así. La dueña, ,a la que de cariño llamamos La Tigresa del Oriente, nos baja el menú de 6 a 5 soles aunque ahí se puede comer hasta por 4. Casi siempre nos atiende una chica que se llama Tania a la que todos le gritan por su nombre pidiéndole que se apure y que ya medio se conoce nuestros gustos entonces nos avisa “hay ceviche” o en mi caso “hay lomito”. Es el lugar en el que más he comido en esta ciudad y no puedo no tenerle el cariño que le tengo.
(foto en deuda)

5. Centro de Lima

Que se me disculpe por general pero es que así es esto. Me la he pasado bien cada vez que he ido al centro sea para recorrer la Plaza de Armas (como el zócalo de acá) o la San Martín o para conocer Quilca (el chopo de acá) o el Bar Queirolo o cualquier otro bar o  La Casa de la Literatura Peruana o Amazonas (libros usados baratísimos) o El Mercado Central (la central de abastos limeña) o Polvos Azules (piratería y fayuca) o La Biblioteca Nacional. El centro tiene ese sabor a centro de capital y no le pide nada al chilango (guardando dimensiones): Caos total, restos de un esplendor que se sigue cayendo a pedazos y se ha convertido en cuartitos donde viven las familias que llegaron de provincia buscando una mejor vida. Pirañitas (rateritos de poca monta) putas, ladrones, comida callejera, piratería, abuso de claxon, polvo, smog, teporochos, pedigüeños, gritos, aullidos, perros y mucha mucha mucha mucha gente, ¿Qué más puedo pedir?


2 comentarios:

  1. Ja, de cariño: La Tigresa de Oriente, no la quieras tanto, jájajaja. Quiero comer en el Surquillón donde la vida es más cómoda. Un abrazo ñero, Ñero.

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  2. "El límite sigue allá afuera". Vamos?

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