"Me gusta andar por las calles algo perro, algo máquina, casi nada hombre."
Martín Adán

lunes, 16 de noviembre de 2009

Este amigo no se va..

No recuerdo exactamente cuando fue que conocí a Pedro. Lo que si sabemos los dos es que coincidimos en varias actividades antes de volvernos amigos. Íbamos a las mismas clases de tae kwon do, a las mismas actividades de CONACULTA de visitar museos, a las mismas clases de guitarra y, no estoy seguro si también, a las mismas actividades en el museo Rufino Tamayo (ya él se encargará de confirmar o agregar). Fue ya un poco más huevoncitos, esta vez en los entrenamientos de esgrima, que la terquedad del destino se encargó de hacernos coincidir por última vez; a partir de ahí fue por nuestra cuenta que decidimos no volver a separarnos.
Creo que Pedro siempre ha sido un poco tímido para acercarse a desconocidos y recuerdo que fui yo, que ya llevaba un buen rato entrenando ahí, el que se acercó a platicar con él. Poco a poco nos fuimos volviendo amigos, nuestras coincidencias no eran muchas ni muy profundas y nunca lo han sido ni falta que ha hecho. Nuestros recuerdos juntos en cambio son incontables y muchos de ellos tampoco deben contarse.
Fue en el bautizo de algún primo de Pedro, en San Juan del Río de dónde es oriundo su padre, dónde me puse mi primera warapeta mortal. Al día siguiente su mamá nos preguntó porqué lo habíamos hecho “¿Se sienten Juan Camaney?” Por supuesto contestamos que no, pero asumo que mentimos porque a la fecha nos gusta darnos valor y volar juntos al ritmo de la botella.
Estoy casi seguro de que fue conmigo que Pedro probó su primer cigarro, y si no me culpo de su ansioso vicio es porque no fue conmigo que lo cultivo sino en la prepa dónde también aprendió muchas otras cosas (aunque su tiempo le tomó). Cuando Pedro entró a su primera prepa empezó a llegar oliendo a cerveza una media hora antes de que terminaran los entrenamientos. Los recuerdos de esos años son los menos, Pedro y yo ya éramos hermanos pero él tenía otro grupo de amigos con los que el glamour empezó a formar más parte de su vida. Creo que fue por ahí que nos dimos cuenta de que no necesitábamos las coincidencias sino el respeto, y que nuestros gustos no importaban tanto como el apoyo que nos dábamos el uno al otro.
Fue con Pedro que me puse mi primer viaje de mota. Fumamos una dosis de campeones cuándo no éramos ni renacuajos y él se las arregló para manejar hasta casa de Iván donde nos quedamos tirados aparte, humedeciendo la garganta con una caguama quemada, mientras el efecto amenazaba con durar para siempre.
Pedro ha sabido todo lo que he sentido con respecto a las chicas. Me ha regañado en mis errores y ha compartido mis sufrimientos tanto como mis logros. Hemos compartido planes mañosos para probar experiencias y hemos cometido los peores errores que sirven para recordar a carcajadas. Perseguimos corazones apoyándonos y a veces hasta acompañándonos, prestándonos dinero para acciones estúpidas, cagándole el plan el uno al otro, pero ni madres, las chicas no separan a los amigos de verdad.
Esos son sólo algunas de las cosas que he compartido con uno de los pocos en mi lista de amigos que han pasado a tinta indeleble. Uno sabe que una amistad es real sólo cuándo ya no hay nada que los mantenga juntos salvo el placer de estar juntos. Las salidas con Pedro suelen ser aventuras en las que intentamos combatir al tedio a pesar de que siempre nos quejamos de que se han vuelto parte del mismo.
Pedro tiene epifanías etílicas surrealistas que nos fascina citar en borracheras posteriores. Pedro es la persona más blasfema del mundo. Pedro no tiene reparo en afirmar que le dio más tristeza perder a su mascota que a su abuela. Pedro es honesto hasta los huesos y sabe que los caminos que valen la pena no rectos sino en zig-zag. Pedro me regaña y me cuida y luego nos peleamos, nos decimos las peores cosas del mundo y al día siguiente nos reímos de lo que nos acordamos. Pedro no te puede caer mal, simplemente no puede. Con Pedro no nos pedimos perdón porque sabemos que ya estamos perdonados. A Pedro le vale madres, simplemente le vale madres.
El otro día en una de sus acostumbradas llamadas cuando se emborracha sin mí me dijo “Ya leí tu blog y no has escrito nada sobre mí.” Así que aquí va para Pedro, pero que conste aunque ese texto sea sobre él es más importante el hecho de que esos cuantos amigos que están ya dentro de mí van a estar siempre presentes, de una forma u otra, en todo lo que viva y haga.
Esta es nuestra canción, de Pedro y mía y como a todo lo que nos rodea, no hay que buscarle sentido.

2 comentarios:

  1. Te habías tardado en escribir, aunque no fuera de Pedro. Me gustó tu entrada. Kudos. A ver si algún día pasó yo a la tinta indeleble y escribes de mí. Y no sé si se comían la nieve, no me pareció importante saber eso. Aceptar algo como nieve cuando claramente no lo es me parece estupidez suficiente.

    ResponderEliminar
  2. y el mio OGT? aunque sea el correo jajaja un beso francès ... espero que ya hayas visto el video esta en el feisbuc

    ResponderEliminar