Sí es blanca pero se nota que cada vez menos. Cuando vas alejándote de la plaza de armas los edificios se van ensuciando. Los que siguen bonitos, además, es porque adentro hay un banco, una escuela de gastronomía, o tiendas de artesanías y ropa hecha de alpaca bebé a precios que te tiran de espaldas (eso me lo imagino, porque ni siquiera entré).
Igual esta bonita la capital arequipeña y tiene algunas calles y pasajes muy cuidados como la calle Sucre que se convierte en Bolivar. Los nombres, cabe mencionar, son muestra de la poca imaginación de los nombracalles peruanos: en Lima yo pasaba por Bolivar y por Sucre casi todos los días. De cualquier manera la calle está muy bien restaurada como para caminar y de un lado tiene la iluminación y del otro están las bancas anchas como camas para acostarse a leer.
Hace frío y llueve bastante. Pero lluvia peruana que es una que cae necia pero de a poquito; te sientas y no crees estarte mojando y luego te pasas la mano por un brazo y resulta que ya estas casi empapado.
Cuando llegué lo más dificil fue buscar hospedaje con mi mochilota a cuestas. Yo quería todo, buen precio, que diera confianza y que estuviera relativamente cerca del centro. No había nada. Pregunté en 20 hostales con buen precio y prometedores y todos estaban llenos, en uno me dijo el encargado: No creo que se vayan, la mayoría ya llevan un mes aquí. Arequipa es de esos lugares donde dan siempre ganas de quedarse otro ratito.
Fuera de la plaza de armas donde se puede uno sentar muy bien a dejar que pase el día van dos lugares simpaticos.


Dicen que la comida de Arequipa es de sus grandes atractivos. Yo ya probé el rocoto relleno que es un ají o chile bastante picoso relleno de una combinación de carne con aceitunas y otras cosas y muy bueno y lo mejor, creo, es que en Arequipa se se come ají de a de veras.
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